En 1952, I Love Lucy, el programa más popular de la televisión, se está preparando para crear un nuevo episodio, con Jess (Tony Hale) y su equipo buscando mejorar el libreto durante la semana. Preparada para tomar el control del proceso creativo está Lucille Ball (Nicole Kidman), trabajando junto a su esposo, Desi Arnaz (Javier Bardem), pero la pareja se ve sacudida por un par de acusaciones que amenazan el programa y su matrimonio. Se rumora que Desi está engañando a su esposa, aunque él declara su inocencia, y Lucy es tildada de comunista, obligada a lidiar con su pasado mientras intenta gestionar la creación de una comedia televisiva. Durante la semana, Lucy considera su vida y sus opciones, y también revela su embarazo a los ejecutivos de la cadena, que no quieren tener nada que ver con eso en la televisión, lo que la inspira a enfrentar problemas en el hogar y en el trabajo a medida que se intensifican los rumores en la prensa.
Un guión de Aaron Sorkin nunca se trata de una sola cosa. The Social Network (2010) no se trataba solo de la formación de Facebook, verdad? Y Being The Ricardos tampoco se trata solo de las leyendas de la comedia Lucille Ball y Desi Arnaz que sobrevivieron a una semana particularmente agitada de filmación de I Love Lucy en 1952. Están sucediendo muchas cosas aquí, como el McCartismo, el sexismo e incluso un escándalo personal que amenaza el matrimonio inestable del dúo. Cuando el ágil diálogo de Sorkin pone esas cosas en el contexto de la era de Hollywood de la década de 1950, la película se eleva. Pero si están buscando una película que reforzara el tremendo talento de Lucille Ball como una de las mujeres más divertidas que jamás haya aparecido en la pantalla, bueno, es posible que tengan que buscar en otra parte.
No existe una narrativa directa con Sorkin, por lo que la película se desarrolla en segmentos diarios, desde la lectura de mesa hasta la filmación en vivo del episodio "Fred And Ethel Fight" de I Love Lucy. En realidad, es una idea bastante inteligente si se deja sola. Sin embargo, Sorkin lo complica saltando a diferentes líneas de tiempo, narradas por los escritores Madelyn Pugh, Bob Carroll y Jess Oppenheimer mientras nos informan sobre los detalles de la relación de Lucy y Desi en varias etapas. Pero el encuadre es extraño en su configuración y no examina nada particularmente importante.
La película es mejor cuando Sorkin lo mantiene todo simple. Lucy, con su pelo rojo, y su afable esposo, el líder de una banda cubana, Desi, están hasta el cuello con escándalos en los tabloides. Están siendo atacados de dos maneras diferentes: una acusación de que ella es comunista, lo que la convierte en un objetivo de la cacería de brujas de McCarthy, y también están los periódicos reportando la aparente infidelidad de Desi, que él niega rotundamente. Pero la verdadera confusión ocurre en el set, donde los coprotagonistas Vivian Vance y William Frawley no pueden dejar de atacarse el uno al otro para hacer una escena, y hay una lucha de poder entre Desi y los otros ejecutivos.
El diálogo es dinámico, y Sorkin es un profesional en tejer temas más amplios en conversaciones aparentemente ordinarias. El trato sexista de mujeres exitosas como Lucille y Vivian obstaculiza su capacidad para hacer que el programa sea lo mejor posible. Nina Arianda es particularmente buena como Vivian, una hermosa y respetada actriz que odia ser elegida como la muy domesticada Ethel Mertz. Ella lucha por sobresalir a la sombra de Lucille, empeorada por el acoso constante de Frawley por su falta de talento. J.K. Simmons es fantástico como el gruñón Frawley, quien tiene un momento de franqueza en defensa de Lucille, a quien respeta sinceramente.
Si bien ha habido mucho debate sobre la elección de Nicole Kidman y Javier Bardem, ninguno está fuera de su liga aquí. Kidman tiene mucho con lo que hacer, dada la cantidad que Sorkin aporta a esta historia, pero ella interpreta tanto la comedia de situación del programa como la dura y triste realidad de su vida. También se realizan con eficacia recreaciones en blanco y negro de algunos de los momentos icónicos del programa, como la escena de pisar las uvas. Sorkin imagina estos momentos como emergiendo directamente de la mente creativa de Lucille, un testimonio de su habilidad para ver el humor. Ojalá el guión fuera divertido en sí mismo y Lucille se presentara como una mujer cuyo humor fuera una parte integral de su personaje. En cambio, con demasiada frecuencia aparece que su sentido del humor es usado en su contra por otros. Bardem no convencerá a nadie de que tiene una pizca del carisma de Desi Arnaz, pero tampoco distrae en el papel. No se puede decir lo mismo de las prótesis de Kidman, a las que cuesta tiempo acostumbrarse.
En general, el mayor obstáculo de la película es una sorprendente falta de enfoque narrativo y una grave falta de chispa. El drama se sostiene con lazos comunistas, lo que mantiene al equipo de I Love Lucy nervioso mientras Lucille intenta encontrar una manera de explicar su pasado sin disculparse por ello. Aaron Sorkin finalmente muestra más interés en la situación matrimonial entre Ball y Arnaz, explorando una relación combativa donde la confianza es esquivada, pero el amor (y la lujuria) alguna vez reinó. Al final, Being The Ricardos agrega una maravillosa capa de dolor emocional a un fascinante estudio de la producción de televisión y las ansiedades creadas por ella. Sorkin mantiene todo funcionando con diálogos rápidos y actuaciones sobresalientes, especialmente de Kidman, quien intenta habitar la confianza y la piel de Lucille Ball mientras expone suavemente la profundidad de su angustia.
Puntuación: 3 alcapurrias y media mordida.
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